5 de marzo de 2025
Bruno Stagnaro habla de “El Eternauta”: “Va directo al corazón de la argentinidad”

El director de la serie que se estrena el 30 de abril anticipa la esperada adaptación de un clásico del cómic. “Es ciencia ficción de la carencia, de cómo nos arreglamos con lo que tenemos”, define

Que una compañía global como Netflix produzca una serie sobre El eternauta, en español “argentino” y con Ricardo Darín al frente, bien puede ser considerada una anomalía en el tablero de la industria audiovisual global. En tiempos de narrativas estandarizadas, es una decisión que reivindica el peso específico de esta historia, su identidad irreductible. Bruno Stagnaro, con su trayectoria de realismo sucio y tensión urbana, asume la dirección con una pregunta clave: ¿cómo traducir al presente una obra que, al hablar del futuro, habla de nuestra historia?
En un extenso diálogo con Infobae Cultura, el director hijo de un director (Juan Bautista Stagnaro), que asomó con la generación dorada del “nuevo cine argentino” -la de Lucrecia Martel, Israel Adrián Caetano, Sandra Gugliotta y Daniel Burman entre otros, en el compilado de cortometrajes Historias breves de 1995- habló de la responsabilidad de meterse con un tótem de la argentinidad, los desafíos técnicos de semejante adaptación, el tipo de inevitable lectura política de la obra y la crucial decisión narrativa de ubicar los hechos en este tiempo (un tiempo de protestas callejeras y deliverys de plataformas). Lo mismo que la edad de los personajes y sobre todo, lo se discutió en X al momento de saberse el elenco y principalmente, que Ricardo Darín es Juan Salvo. “Son decisiones, como dice Miguel Russo”, responde con una sonrisa.
Y continúa. “Se necesitó construir un personaje que explique esa cercanía, de un modo que a mí me siga pareciendo un tipo querible... Y eso, de algún modo me conduce a una siguiente cuestión que tiene que ver con el pasado del personaje. Y eso me lleva a pensar, por una serie de cuestiones que son muy largas de explicar en relación a la trama, que me gustaría que este tipo tenga esta edad, 60 años. Lo cual a su vez me sirve porque me permite mantener el espíritu de ese comienzo: estos tipos que se juntan a jugar al truco dentro de un universo posible y verosímil y cierta atmósfera... Y a su vez, me permite meterme en algo que para mí también forma parte de la identidad del El Eternauta, que tiene que ver con las segundas oportunidades”.
“No es una ciencia ficción de la abundancia. Es una ciencia ficción de la carencia y de cómo nos arreglamos con lo que tenemos”, define en el final de una larga y sabrosa respuesta que resume, de alguna, esta serie que dará que hablar a partir del día de su estreno, el miércoles 30 de abril. —¿Cómo llegaste a asumir la dirección de semejante proyecto? Durante décadas varios lo intentaron y por distintos motivos, no pudieron... El Eternauta es en una especie de tótem cultural argentino.En aquel momento hice una indagación bastante profunda. Llegué a escribir un primer capítulo. Hice pruebas de cómo resolverlo porque era una locura en términos de producción: cómo contar ese mundo. Dentro de las cosas que probé, por ejemplo, probé a Rodrigo de la Serna frente a una pantalla, en Ideas del Sur, una especie de semilla del back projecting que terminó usándose ahora. Pero quedó ahí. Quedó trunco porque nunca apareció la guita y bueno, se frustró. Y más o menos 18 años después, yo venía de hacer Un gallo para Esculapio y me junté con Matías [Mosteirin] y Leticia [Cristi] de K&S. Ellos me preguntaron que tenía ganas de hacer y yo les empecé a contar ese proyecto y en ese momento ellos hicieron el link, digamos, sin que yo les dijera que lo mío estaba medio inspirado en El Eternauta y ya tenían ellos la idea hacer El Eternauta como serie. Cuando me lo plantearon, por supuesto, en principio me encantó la idea pero lo primero que pensé, conociendo bien El Eternauta fue, y se los dije, que estaba buenísimo pero en términos narrativos actuales, tenía “un buen lejos”.
—Más allá de esta complejidad, hay una especie de mágica coincidencia entre aquella primera idea tuya y la posibilidad concreta de hacerla, casi veinte años después...
—Sí, y también otras... Primero, una cuestión externa y es que mientras estábamos escribiendo, empezaron a desarrollarse herramientas tecnológicas que tornaban posible el proyecto y que estaba bueno tenerlas claras de entrada, como para diagramar todo a la par. Porque para mí esto tiene una pata, digamos, estética y artística pero la pata de la dificultad material de cómo construir el mundo en el que transcurre la historia, era absolutamente central. Y también me pareció siempre central que ese mundo en el que transcurre, sea algo que nosotros podamos diseñar y luego adueñarnos. Es decir, que no sea algo que venga de afuera y que nos lo den ya pre-armado y nos digan “jueguen ahí adentro”. Sino tener la autonomía, desde muchos puntos de vista, pero hasta incluso por una cuestión de lealtad hacia la obra, en donde el arraigo hacia el espacio es tal que solamente lo puede construir alguien que es de acá.Eso me resultó muy loco, porque al mismo tiempo que nos ponemos a pensar en El Eternauta, de golpe irrumpe algo que me remite directamente a nuestras primeras pruebas con Rodrigo el año 2003. Y esto esto de Unreal justo coincide, durante la pandemia y mientras estaba viendo YouTube, encuentro una especie de escáner láser de calles y digo “¿Esto combinado con lo otro, qué onda?” Y entonces empezamos a investigar y logramos armar esta especie de diseño que nos permite escanear vastos terrenos, calles de la ciudad y darle un procesamiento a eso con fotos, y trasladarlo dentro de este sistema de realidad. Todo esto nos permitió cumplir con una idea: que Buenos Aires es un personaje más de la historia. Nuestra ciudad, nuestros carteles, todo lo que uno siente cuando lee El Eternauta. Llegar a eso implicó una parte muy importante de este proyecto.
A este desarrollo técnico lo sentí como una parte muy importante, por las posibilidades futuras. Más allá de El Eternauta: establecer un punto de partida para ese tipo de historias acá, algo completamente nuevo. Después trabajamos con algunos estudios de afuera que complementaron el trabajo. Pero hay algo que a mí a nivel conceptual me parecía fundamental y es que nosotros diseñamos el espacio y se lo mandamos a ellos. Entonces, hay algo del orden de la materialidad de la historia que pudimos resolver y administrar a nosotros. Y no que nos la cuenten de afuera. Eso en relación a la cuestión técnica, pero que para mí absolutamente no es menor. Y te diría que va a la par de las decisiones estéticas y narrativas que fuimos tomando. —Luego de ver el primer capítulo tuve la sensación de que la historia (aunque sea una obviedad) es inocultablemente argentina. Siendo un producto de distribución mundial, no dejar de ser remarcable que en una de las primeras escenas los protagonistas cantan “Jugo de tomate frío” de Manal, por ejemplo... ¿Cuánto de ese tono, de esos guiños, fueron tomados en cuenta para escribir el guión?En definitiva, es precisamente lo que yo por lo menos -desde mi mirada de lector de El Eternauta- es lo que siento que sucede: vos estás leyendo una historia que ya leíste 45 millones de veces en diferentes formatos. Pero hay algo que le da una identidad particular y es ese arraigo local y esa identidad de una historia gigante, pero contada desde la perspectiva de un sótano o de un grupo de amigos... Y una cosa más: que me parece que es fundamental y que va al corazón de la argentinidad, que es “lo atamo con alambre”. O sea, enfrentemos esta invasión atando las cosas con alambre y veamos qué resulta. Hay algo de esa precariedad que es muy nuestra y que intentamos cuidar mucho porque en definitiva sentimos que es lo que tenemos para aportar a la ciencia ficción mundial.
—Como espectador del primer capítulo sentí una cierta correspondencia en el tiempo entre los amigos que se juntan a jugar al truco mientras escuchan discos de rock argentino, con los amigos de Operación Masacre que se juntan a jugar el truco mientras escuchan una pelea por radio... De Walsh a Oesterheld, digamos, con toda la resonancia incluso política que puede tener esa relación.La intención fue indagar en nuestra idiosincrasia y encontrar la manera sutil de pintar ese color como punto de partida de la historia. Pero volviendo a la cuestión política y demás... Por supuesto, cada uno puede tener una mirada respecto de eso. Intenté mantenerme deliberadamente al margen de todas esas consideraciones porque sentí como autor que no tenían que ver específicamente con la obra. Creo que justamente lo más potente que tiene la historia. Te deja la libertad para que vos creas que pueda ser de una manera o de otra. Y precisamente eso es lo que la torna en algo interesante.
—Cuando se difundió la noticia de que vos ibas a dirigirlo, pareció coherente con tu perfil cinematográfico, desde Pizza, barro, faso en adelante... Un estilo nacional y popular, digamos. Y con el paso del tiempo, la historia misma de Oesterheld, El Eternauta ha quedado como una historia peronista ¿Lo consideras así?
—Hiciste Pizza, birra, faso, después Okupas ¿En algún momento te causó conflicto interno quedar pegado con un tipo de cine de “realismo sucio argentino?
Tiene que ver más con una mirada hacia los personajes y su intimidad. la humanidad. Volviendo a lo que me decías antes de “director peronista” (que me causó gracia), hay algo que sí me parece muy importante de El Eternauta, y que de algún modo atravesó todo el proceso, tiene que ver con esta idea de contarnos la historia a nosotros mismos. Y no estar siempre en la actitud pasiva de que nos la cuenten desde afuera, ¿no? Me parecía que esto era importante desde múltiples puntos de vista: intentar plasmarlo tanto desde el punto de vista estético y narrativo como técnico. Es un factor que yo creo que trasciende el relato en sí. El modo en que lo hicimos es una declaración política.
